La entrevista imposible a Juan Benet
Escribe desde hace mucho, es ingeniero, madrileño, catalán y un poco vasco, alto y con el pelo gris. El año pasado ganó el premio Biblioteca Breve, y el libro “Una meditación” –aquel que escribió en un rollo todo seguido, con un mecanismo dificilísimo- va a salir dentro de unos días.
París, capital del mal gusto
La cosa empezó así:
– Quiero hacerte una entrevista
– Muchas gracias; pero no. No hay nada interesante que decir.
– Que sí, hombre, que algo siempre hay.
– ¡Huy, lo que se van a aburrir los lectores con lo que yo diga…! Que no.
Pero luego alguien se puso en medio, influyó y al fin la entrevista quedó acordada para algunos días después.
El día que hablé con Juan Benet acababa de llegar de París. Un viaje rapidísimo, de ida y vuelta, de fin de semana, de ver y no ver la ciudad de la Luz que dicen. Estaba cansado, tenía sueño, las ojeras hacían juego con el pelo y encima debía estar aburridísimo de su viaje. Me contó que París era la capital del mal gusto por excelencia –junto con Roma- en la que había visto una película horrenda, ni siquiera había podido comprar libros –porque no hay nada interesante-, y lo único bueno divisado han sido los maxi abrigos de las jovencitas parisienses. Algo lastimoso.
Me temo que elegí mal día para hablar con él. Pero siempre se piensa que el primer “no” es pura retórica, que el cansancio de la excursión se pasa pronto, y que hablar de uno mismo siempre anima. Sobre todo a los jóvenes y a los artistas.
Llegar a algo
Desastroso. El conato de intento de empeño de entrevista fue más o menos el que sigue:
-“Nunca llegarás a nada” tu primer libro. ¿Has llegado a algo?
– A estar aquí, a tomar dos “whiskies”, a cosas por el estilo. Unas semanas me parece que sí y otras que no… La semana del premio, por ejemplo, me pareció que sí. Me llenó de satisfacción durante un mes…
Largo paréntesis intraducible, en el que se analiza lo que de engaño, de enrolle y de mentira tiene una entrevista. Se niega a entrar en el juego. Yo insisto en las preguntas de siempre, en las que humilde y humanamente interesan al lector.
El rollo
-¿Sigues escribiendo con el mecanismo del rollo continuo en la máquina de escribir?
– Jamás escribiré en rollo. Una y nada más. Era exclusivamente para esa novela. Ahora estoy escribiendo una historia, un relato titulado “Una tumba”. Irá ilustrado con fotografías y va a publicarlo Lumen. Está prácticamente terminado.
Insistimos, otra vez, en las preguntas de siempre, y él en que:
– El lector medio no existe. Existe el interesante o el tonto. El lector medio es una abstracción sacada por vosotros. Os lo han enseñado. ¿Sabéis lo que es, aritméticamente? La suma algebraica de los valores dividida por el número de sumandos.
Le ha salido el ingeniero. Cuerpo a tierra. La carrera que le ha dado el sentido de la valoración y de lo comparativo, según dice él. Por lo que hace túneles además de novelas, y sabe lo que nadie de cálculos y matemáticas.
El “patrón preestablecido”
-¿Por qué te molestan tanto las entrevistas?
– Porque obedecen a un patrón preestablecido. Es como un traje. Eso me molesta sobre todo. Yo preferiría algo más carnavalesco, algo más inesperado.
– El número de cuello de tus camisas. ¿Y al lector le interesaría?
– Casi seguro. Al lector le interesan más cosas de las que pensáis. Tenéis ideas fijas.
– Oye, ¿tu te tomas la literatura como un “hobby” de ingeniero?
– La única literatura importante que se ha hecho ha sido entre horas. Siempre como entretenimiento. Es muy raro que un escritor profesional me interese.
Manos libres
– Pero ¿tú que entiendes por un profesional?
– El que vive de eso. El que establece un compromiso entre su público y su obra, el que no tiene manos libres para hacer lo que quiere.
– ¿Nunca te dedicarías únicamente a escribir, aunque pudieses?
– Procuraré no vivir de esto. No he tenido tanto éxito como para tirar los trastos y vivir de la literatura.
– Con tanto celo por tu intimidad, tu libertad, etcétera, ¿por qué editas? ¿no sería mejor leer tus cuartillas a los amigos, fuera de lo que una salida pública exige?
– Porque siempre me ha parecido que se escribe para editar. El hecho de escribir de una forma libre, no pignorada por el público, no significa escribir cosas exquisitas para muy pocos.
– ¿Por qué entonces te molesta lo que de público tiene una entrevista?
– En principio yo no creí que esto del premio fuera así. Este hecho siempre te sorprende. Yo creo que el favor del público siempre gusta, a Kafka, a Beckett, pero no los epifenómenos que ello lleva aparejado. Los epifenómenos… como las entrevistas periodísticas.
A partir de aquí, la conversación se convirtió en algo más agrio. Y terminó la entrevista. Juan Benet, al que le encanta Londres y los viejos cafés decadentes, las frases listísimas, el rizar el rizo de la agudeza, el sobrentendido y el retruécano. Que además escribe como los ángeles, tiene talento literario como muy pocos profesionales de la pluma, odia las entrevistas, hace túneles, bebe “whiskey”, tiene sentido del humor y adora la música clásica. Un todo irónico, civilizadamente agresivo, un poco superior y bastante tierno ¿Qué juega a listo? Bueno…
Juby Bustamante
Diario Madrid 28/1/1970
París, capital del mal gusto
La cosa empezó así:
– Quiero hacerte una entrevista
– Muchas gracias; pero no. No hay nada interesante que decir.
– Que sí, hombre, que algo siempre hay.
– ¡Huy, lo que se van a aburrir los lectores con lo que yo diga…! Que no.
Pero luego alguien se puso en medio, influyó y al fin la entrevista quedó acordada para algunos días después.
El día que hablé con Juan Benet acababa de llegar de París. Un viaje rapidísimo, de ida y vuelta, de fin de semana, de ver y no ver la ciudad de la Luz que dicen. Estaba cansado, tenía sueño, las ojeras hacían juego con el pelo y encima debía estar aburridísimo de su viaje. Me contó que París era la capital del mal gusto por excelencia –junto con Roma- en la que había visto una película horrenda, ni siquiera había podido comprar libros –porque no hay nada interesante-, y lo único bueno divisado han sido los maxi abrigos de las jovencitas parisienses. Algo lastimoso.
Me temo que elegí mal día para hablar con él. Pero siempre se piensa que el primer “no” es pura retórica, que el cansancio de la excursión se pasa pronto, y que hablar de uno mismo siempre anima. Sobre todo a los jóvenes y a los artistas.
Llegar a algo
Desastroso. El conato de intento de empeño de entrevista fue más o menos el que sigue:
-“Nunca llegarás a nada” tu primer libro. ¿Has llegado a algo?
– A estar aquí, a tomar dos “whiskies”, a cosas por el estilo. Unas semanas me parece que sí y otras que no… La semana del premio, por ejemplo, me pareció que sí. Me llenó de satisfacción durante un mes…
Largo paréntesis intraducible, en el que se analiza lo que de engaño, de enrolle y de mentira tiene una entrevista. Se niega a entrar en el juego. Yo insisto en las preguntas de siempre, en las que humilde y humanamente interesan al lector.
El rollo
-¿Sigues escribiendo con el mecanismo del rollo continuo en la máquina de escribir?
– Jamás escribiré en rollo. Una y nada más. Era exclusivamente para esa novela. Ahora estoy escribiendo una historia, un relato titulado “Una tumba”. Irá ilustrado con fotografías y va a publicarlo Lumen. Está prácticamente terminado.
Insistimos, otra vez, en las preguntas de siempre, y él en que:
– El lector medio no existe. Existe el interesante o el tonto. El lector medio es una abstracción sacada por vosotros. Os lo han enseñado. ¿Sabéis lo que es, aritméticamente? La suma algebraica de los valores dividida por el número de sumandos.
Le ha salido el ingeniero. Cuerpo a tierra. La carrera que le ha dado el sentido de la valoración y de lo comparativo, según dice él. Por lo que hace túneles además de novelas, y sabe lo que nadie de cálculos y matemáticas.
El “patrón preestablecido”
-¿Por qué te molestan tanto las entrevistas?
– Porque obedecen a un patrón preestablecido. Es como un traje. Eso me molesta sobre todo. Yo preferiría algo más carnavalesco, algo más inesperado.
– El número de cuello de tus camisas. ¿Y al lector le interesaría?
– Casi seguro. Al lector le interesan más cosas de las que pensáis. Tenéis ideas fijas.
– Oye, ¿tu te tomas la literatura como un “hobby” de ingeniero?
– La única literatura importante que se ha hecho ha sido entre horas. Siempre como entretenimiento. Es muy raro que un escritor profesional me interese.
Manos libres
– Pero ¿tú que entiendes por un profesional?
– El que vive de eso. El que establece un compromiso entre su público y su obra, el que no tiene manos libres para hacer lo que quiere.
– ¿Nunca te dedicarías únicamente a escribir, aunque pudieses?
– Procuraré no vivir de esto. No he tenido tanto éxito como para tirar los trastos y vivir de la literatura.
– Con tanto celo por tu intimidad, tu libertad, etcétera, ¿por qué editas? ¿no sería mejor leer tus cuartillas a los amigos, fuera de lo que una salida pública exige?
– Porque siempre me ha parecido que se escribe para editar. El hecho de escribir de una forma libre, no pignorada por el público, no significa escribir cosas exquisitas para muy pocos.
– ¿Por qué entonces te molesta lo que de público tiene una entrevista?
– En principio yo no creí que esto del premio fuera así. Este hecho siempre te sorprende. Yo creo que el favor del público siempre gusta, a Kafka, a Beckett, pero no los epifenómenos que ello lleva aparejado. Los epifenómenos… como las entrevistas periodísticas.
A partir de aquí, la conversación se convirtió en algo más agrio. Y terminó la entrevista. Juan Benet, al que le encanta Londres y los viejos cafés decadentes, las frases listísimas, el rizar el rizo de la agudeza, el sobrentendido y el retruécano. Que además escribe como los ángeles, tiene talento literario como muy pocos profesionales de la pluma, odia las entrevistas, hace túneles, bebe “whiskey”, tiene sentido del humor y adora la música clásica. Un todo irónico, civilizadamente agresivo, un poco superior y bastante tierno ¿Qué juega a listo? Bueno…
Juby Bustamante
Diario Madrid 28/1/1970