Juan Benet y su guerra civil, por
Carmen Aragón, 25/10/1985
Juan Benet, este hombre alto, delgado, de pelo
negro-blanco abundante, eternamente caído sobre la frente, más fotogénico en la
realidad que en las propias fotos, es el autor de unas “Herrumbrosas lanzas”
que han dado que hablar más en cuatro días (y lo que se hablará aún) que toda
su obra de años. Los unos porque hubieran preferido que se mantuviera parte del
enigma que sobre Región (el escenario donde Benet desarrolla su
guerra civil) existía en libros anteriores. Los otros -críticos de solapa, que
los hay- porque hablan de Benet como si él y sus lanzas hubieran llegado de la
nada hace apenas una semana. Y entre todos, él ha visto desfilar en un par de
días por su casa a un buen número de periodistas, no sin cierta sorpresa, hecho
que no se sabe muy bien si achacar a que el libro gusta a quien lo ha leído o a
un buen lanzamiento de su editorial.
Un mapa profesional y divertido
Me apresuro a adelantar que nunca hago crítica de libros (ni
de ninguna otra actividad), y es práctica que guardo para mi concierto
doméstico, sin que trascienda a más de cuatro amigos. En esta ocasión, sin
embargo, me veo forzada a dar algún parecer personal si quiero saber algo de
Benet autor -que Benet persona parece guardarse para su círculo de amistades-.
Y una de las cosas que más me llaman la atención de “Herrumbrosas lanzas”
es el mapa, hasta el punto que me parece el VII libro de este primer tomo, por
más que Benet lo haya dividido ordenadamente en VI.
-
Me sorprende la cantidad de nombres que hay
en él. ¿De dónde han salido?
-
Unos son reales y otros no. Hay incluso nombres
de amigos y familiares. Otros son de lugares auténticos que han tenido o tienen
que ver algo conmigo. Un número de ellos son imaginarios y el resto proceden de
mis obras y novelas anteriores.
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Me lo imagino a usted sobre el mapa bastante
divertido.
-
Ha sido un trabajo difícil. He tenido que hacer
bastantes ensayos y borradores. En mi carrera se estudiaba algo de cartografía,
pero un levantamiento imaginario es algo muy complicado, en realidad no sabía ni
por dónde empezar, hasta que decidí hacerlo por el lugar más lógico, que son
las líneas del agua que dan los ejes de toda la topografía.
-
¿En qué momento decide levantar el mapa?
-
Era un complemento necesario para la parte en
que se desarrollan los combates. Me di cuenta de que yo mismo me perdía; sin el
mapa de la narración no era consecuente. Fui construyendo el mapa
simultáneamente a la narración.
Un libro abierto
A medida que he ido leyendo “Herrumbrosas lanzas” iba
teniendo la impresión de que aquí dentro hay un montón de libros posibles. Por
poner un ejemplo: cuando comienza a describir a Constantino y sus
circunstancias familiares la narración podría haber seguido y seguido por ahí
hasta ser un libro totalmente distinto al que ahora es.
-
¿En qué momento decide interrumpir la
narración y pasar a describir a otro personaje?
-
La economía está dictada por un objetivo que
nunca se tiene demasiado claro. He hecho unos retratos imprescindibles para
dibujar el carácter de los personajes, porque protagonistas no hay. Lo único
claro es que la obra en su conjunto desarrolla un preámbulo -que es este
libro-, una ofensiva y el desastre final. Pero es un libro abierto, no quiero
limitarme; puedo hacer varios libros. Sé sus líneas generales nada más y las
ramificaciones serán según vayan saliendo. En la segunda parte, en la que estoy
trabajando ahora, una disgregación como la que usted menciona, lleva a una
historia familiar del siglo XIX. En esta segunda parte he remitido esta guerra
a la guerra carlista. Si puedo, sobre este mismo tronco, escribiré un libro por
año.
-
¿Tal vez se va a dedicar a escribir
solamente?
-
Mi profesión es la de ingeniero, que es una
profesión que me divierte enormemente. Empecé a escribir en los ratos libres,
que tenía muchos cuando, por ejemplo, hay que salir al campo. Llenaba mis ratos
de ocio escribiendo, y luego esa actividad ha ido creciendo, pero nunca dejaré
de ser ingeniero.
-
Tener ratos libres no me parece suficiente argumento,
otros se dedican a montar barquitos.
-
Yo también lo he hecho pero tengo muy mala mano
para eso. La verdad es que estoy escribiendo desde que soy estudiante, pero
tenía vergüenza de publicar; cuando me pareció que había escrito una cosa
digna, lo publiqué. Éxito de público nunca he tenido, es la primera vez que tantos
periodistas se interesan por mí. Lo único de cierto éxito -más bien económico-
que había tenido es ser finalista del premio Planeta.
-
Por cierto, ¿qué llevó a un escritor como
Benet a presentarse al Planeta?
-
Yo recibí una oferta subterránea de Planeta, un
contrato en unas condiciones en las que sabía que iba a ser, al menos,
finalista. Nunca me habían hecho una oferta tan sustanciosa, y no encontré
ninguna razón para decir que no.
La guerra civil de Benet
En las primeras páginas del libro he tenido la impresión de
que la visión de Benet sobre la guerra civil es un poco como la de un
águila sobre el campo: capaz de ver el panorama de una sola mirada y de
encontrar, a su vez, un ratón más pequeño. Una guerra vista desde arriba. A él
le parece exagerada mi impresión.
-
Quizá, yo esto no lo sé bien. Hay una doctrina
político-estratégica. Siempre me he preguntado por los puntos de vista
militares. Lo he hablado con amigos; Dionisio Ridruejo me esclareció muchas
cosas. Luego yo he logrado mis ideas propias de cómo se desarrolló el conflicto
en toda su generalidad.
-
¿Cómo vivió realmente la guerra?
-
Tenía ocho años cuando comenzó y once cuando
terminó. Viví las vicisitudes de una familia que pasó la guerra en las dos
zonas. En una zona estuve interno en un colegio, y en la otra, refugiado en un
piso. A esa edad todo se vive muy intensamente. La mayor parte de mis
conocimientos sobre el tema se debe a los libros. La bibliografía de la guerra
civil es extensísima, hay más de veinte mil títulos entre biografías,
artículos, memorias. Estoy seguro de que solo en novelas pasan de un millar;
reconozco que no he sido muy original a la hora de escoger el tema.
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La figura del Jefe no sale muy bien parada…
-
No es sólo el Jefe, en realidad es el Mundo.
Reconozco un tratamiento brutal de esa figura, pero yo tenía que saldar con él
-por cuestiones personales y familiares- una dura cuenta, y lo he hecho.
La educada distancia que Benet
había introducido entre los dos al comenzar la charla ha desaparecido (“No hay
prisa, esté el tiempo que crea necesario”) y nos prometemos una entrevista reposada
para otra ocasión. En espera de que salga el segundo tomo, reclamado ya por los
que hemos leído esta primera parte fascinante y seductora.