Entrevistas 14: Juan Benet y su guerra civil

 

   

                                      Juan Benet y su guerra civil, por Carmen Aragón, 25/10/1985

 

Juan Benet, este hombre alto, delgado, de pelo negro-blanco abundante, eternamente caído sobre la frente, más fotogénico en la realidad que en las propias fotos, es el autor de unas “Herrumbrosas lanzas” que han dado que hablar más en cuatro días (y lo que se hablará aún) que toda su obra de años. Los unos porque hubieran preferido que se mantuviera parte del enigma que sobre Región (el escenario donde Benet desarrolla su guerra civil) existía en libros anteriores. Los otros -críticos de solapa, que los hay- porque hablan de Benet como si él y sus lanzas hubieran llegado de la nada hace apenas una semana. Y entre todos, él ha visto desfilar en un par de días por su casa a un buen número de periodistas, no sin cierta sorpresa, hecho que no se sabe muy bien si achacar a que el libro gusta a quien lo ha leído o a un buen lanzamiento de su editorial.

Un mapa profesional y divertido

Me apresuro a adelantar que nunca hago crítica de libros (ni de ninguna otra actividad), y es práctica que guardo para mi concierto doméstico, sin que trascienda a más de cuatro amigos. En esta ocasión, sin embargo, me veo forzada a dar algún parecer personal si quiero saber algo de Benet autor -que Benet persona parece guardarse para su círculo de amistades-. Y una de las cosas que más me llaman la atención de “Herrumbrosas lanzas” es el mapa, hasta el punto que me parece el VII libro de este primer tomo, por más que Benet lo haya dividido ordenadamente en VI.

-        Me sorprende la cantidad de nombres que hay en él. ¿De dónde han salido?

-        Unos son reales y otros no. Hay incluso nombres de amigos y familiares. Otros son de lugares auténticos que han tenido o tienen que ver algo conmigo. Un número de ellos son imaginarios y el resto proceden de mis obras y novelas anteriores.

-        Me lo imagino a usted sobre el mapa bastante divertido.

-        Ha sido un trabajo difícil. He tenido que hacer bastantes ensayos y borradores. En mi carrera se estudiaba algo de cartografía, pero un levantamiento imaginario es algo muy complicado, en realidad no sabía ni por dónde empezar, hasta que decidí hacerlo por el lugar más lógico, que son las líneas del agua que dan los ejes de toda la topografía.

-        ¿En qué momento decide levantar el mapa?

-        Era un complemento necesario para la parte en que se desarrollan los combates. Me di cuenta de que yo mismo me perdía; sin el mapa de la narración no era consecuente. Fui construyendo el mapa simultáneamente a la narración.

Un libro abierto

A medida que he ido leyendo “Herrumbrosas lanzas” iba teniendo la impresión de que aquí dentro hay un montón de libros posibles. Por poner un ejemplo: cuando comienza a describir a Constantino y sus circunstancias familiares la narración podría haber seguido y seguido por ahí hasta ser un libro totalmente distinto al que ahora es.

-        ¿En qué momento decide interrumpir la narración y pasar a describir a otro personaje?

-        La economía está dictada por un objetivo que nunca se tiene demasiado claro. He hecho unos retratos imprescindibles para dibujar el carácter de los personajes, porque protagonistas no hay. Lo único claro es que la obra en su conjunto desarrolla un preámbulo -que es este libro-, una ofensiva y el desastre final. Pero es un libro abierto, no quiero limitarme; puedo hacer varios libros. Sé sus líneas generales nada más y las ramificaciones serán según vayan saliendo. En la segunda parte, en la que estoy trabajando ahora, una disgregación como la que usted menciona, lleva a una historia familiar del siglo XIX. En esta segunda parte he remitido esta guerra a la guerra carlista. Si puedo, sobre este mismo tronco, escribiré un libro por año.

-        ¿Tal vez se va a dedicar a escribir solamente?

-        Mi profesión es la de ingeniero, que es una profesión que me divierte enormemente. Empecé a escribir en los ratos libres, que tenía muchos cuando, por ejemplo, hay que salir al campo. Llenaba mis ratos de ocio escribiendo, y luego esa actividad ha ido creciendo, pero nunca dejaré de ser ingeniero.

-        Tener ratos libres no me parece suficiente argumento, otros se dedican a montar barquitos.

-        Yo también lo he hecho pero tengo muy mala mano para eso. La verdad es que estoy escribiendo desde que soy estudiante, pero tenía vergüenza de publicar; cuando me pareció que había escrito una cosa digna, lo publiqué. Éxito de público nunca he tenido, es la primera vez que tantos periodistas se interesan por mí. Lo único de cierto éxito -más bien económico- que había tenido es ser finalista del premio Planeta.

-        Por cierto, ¿qué llevó a un escritor como Benet a presentarse al Planeta?

-        Yo recibí una oferta subterránea de Planeta, un contrato en unas condiciones en las que sabía que iba a ser, al menos, finalista. Nunca me habían hecho una oferta tan sustanciosa, y no encontré ninguna razón para decir que no.

La guerra civil de Benet

En las primeras páginas del libro he tenido la impresión de que la visión de Benet sobre la guerra civil es un poco como la de un águila sobre el campo: capaz de ver el panorama de una sola mirada y de encontrar, a su vez, un ratón más pequeño. Una guerra vista desde arriba. A él le parece exagerada mi impresión.

-        Quizá, yo esto no lo sé bien. Hay una doctrina político-estratégica. Siempre me he preguntado por los puntos de vista militares. Lo he hablado con amigos; Dionisio Ridruejo me esclareció muchas cosas. Luego yo he logrado mis ideas propias de cómo se desarrolló el conflicto en toda su generalidad.

-        ¿Cómo vivió realmente la guerra?

-        Tenía ocho años cuando comenzó y once cuando terminó. Viví las vicisitudes de una familia que pasó la guerra en las dos zonas. En una zona estuve interno en un colegio, y en la otra, refugiado en un piso. A esa edad todo se vive muy intensamente. La mayor parte de mis conocimientos sobre el tema se debe a los libros. La bibliografía de la guerra civil es extensísima, hay más de veinte mil títulos entre biografías, artículos, memorias. Estoy seguro de que solo en novelas pasan de un millar; reconozco que no he sido muy original a la hora de escoger el tema.

-        La figura del Jefe no sale muy bien parada…

-        No es sólo el Jefe, en realidad es el Mundo. Reconozco un tratamiento brutal de esa figura, pero yo tenía que saldar con él -por cuestiones personales y familiares- una dura cuenta, y lo he hecho.

La educada distancia que Benet había introducido entre los dos al comenzar la charla ha desaparecido (“No hay prisa, esté el tiempo que crea necesario”) y nos prometemos una entrevista reposada para otra ocasión. En espera de que salga el segundo tomo, reclamado ya por los que hemos leído esta primera parte fascinante y seductora.