Una crónica de la decadencia
Juan Benet Goitia nació en Madrid en 1927. Ha cursado la carrera de ingeniero, profesión que ejerce. Publicó un libro de relatos que tuvo escasa divulgación - Nunca llegarás a nada (1962) - y un volumen de estudios sobre estilística, - La inspiración y el estilo (Revista de Occidente, Madrid 1966) - cuya penetración y profundización en regiones literarias no muy usual es entre nosotros hubiera ya debido ser un toque de alerta. Hoy, su primera novela publicada, Volverás a Región es la revelación de un personalísimo creador.
En una primera aproximación, el libro puede sorprender por su dificultad. Es de temer que no falten lectores a quienes les resulte arduo vencer este obstáculo inicial. El estilo es complejo, estudiado hasta el voluntario amaneramiento, abundante en exotismos sintácticos y lingüísticos. La adjetivación extremada y a veces insólita, la longitud y complejidad del periodo, el deliberado énfasis, remiten a una raza de escritores bien conocida: es, con las salvedades de rigor, el clima de Poe, de Conrad, de Faulkner, de Malcolm Lowry. La herencia faulkneriana, quizá la más destacada en una primera lectura, puede ser causa de uno de los equívocos que más dificulten la comprensión del libro. Importan, pues, destacar que a diferencia de Faulkner la técnica narrativa cronológicamente desarticulada y descompuesta en largos y ambiguos soliloquios no encierra en Benet un argumento que se pueda reconstruir como un puzzle sobre los datos proporcionados por el novelista. Y es que aquí el novelista no conoce todos los datos. Sobre ellos pueden haberse operado las más diversas y complejas combinaciones. Sabemos algo de unos seres, de una comarca, de unos acontecimientos, de una atmósfera; si los hechos se produjeron exactamente de este o aquel modo es algo que el narrador no sabe a ciencia cierta más que nosotros y que en definitiva no importa mucho. Porque el tema de la novela es, precisamente, la degradación y aniquilación del mundo que narra. En la destrucción final, todas las posibilidades vienen a tener idéntico valor.
Región -que se ha identificado con parajes leoneses- es una comarca inventada sobre base real por el novelista (al modo de Jefferson, de Faulkner o de la Cuernavaca transfigurada por Malcolm Lowry) en vistas a una utilización simbólica y a la puesta en pie de un mundo propio. Cuando el narrador nos introduce en Región, la comarca se halla en el periodo final de un proceso de fatídica decadencia, una especie de malsano sueño cataléptico sacudido sólo pasajeramente por las consecuencias de la guerra civil. La estructura del relato es insólita. El primer capítulo describe geológica e históricamente Región y apunta varios temas, unos destinados a desarrollarse avanzado el libro, otros en estado de simple esbozo sin reelaboración ulterior. Los capítulos siguientes transcriben un largo diálogo -que ejerce, al modo faulkneriano, las funciones de relato retrospectivo- entre dos seres abocados a la destrucción, para quienes la guerra civil actuó como catalizador de unas vidas destinadas al hundimiento y al fracaso. El mundo en que se mueven es onírico, una especie de lóbrega e irracional pesadilla. El estilo de Benet, meditado pese a su apariencia torrencial y profusa, acentúa el carácter alucinante de los acontecimientos. En este mundo cerrado y sombrío, en trance de progresiva descomposición, los sucesos más insospechados resultan posibles, y las peripecias más extravagantes o melodramáticas adquieren una extraña e irresistible coherencia.
Dos son fundamentalmente los valores más inmediatos y concretos de la novela de Benet: la riqueza y poder de fascinación del estilo y la fuerza trágica y simbólica -de una violenta amargura no muy frecuente entre nosotros- del mundo novelesco creado. Una virtud es indisoluble de la otra: la primera posibilita la segunda. Hay en todo el relato una tácita ironía, de evidente matiz escéptico. El novelista es consciente de la frecuente truculencia del estilo y los hechos narrados; la crítica del mundo transcrito se vuelve a conciencia contra el propio creador y su obra. El apasionamiento, la vehemencia febril, el hipnótico clima de mito que envuelve la narración, no impiden al mismo tiempo esta dimensión autocrítica.
Para el lector que consigue familiarizarse con su mundo, Volverás a Región es una lectura fascinante. Fundamentalmente duro, agrio y sarcástico, el novelista revela una capacidad imaginativa y de tensión poética nada comunes. Amarga alegoría sobre la condición de un país y sus gentes, Volverás a Región es al mismo tiempo la fabulación de un inolvidable mundo peculiar.
Jugadores de ventaja, mansiones abandonadas, llanuras hostiles y desérticas, simas y cordilleras que sepulta la nieve, personajes reducidos a la condición de inertes maniquíes de la fatalidad, incapaces de actuar con autonomía moral sobre su destino, nos llegan como en el susurro del relato entrecortado y confuso de un superviviente de la destrucción.
Pere Gimferrer (Marzo de 1969)