Entrevistas 11: Juan Benet, ingeniero y novelista

 Tiene 53 años, cuatro hijos y una decena de libros.


        "Al escribir se parte de una elección y ésta es una forma de crítica".


        "Empecé a escribir porque tenía mucho tiempo libre y poco dinero en el bolsillo"


         La edición de su primer libro tuvo que pagársela y nadie le prestó atención.


         La segunda novela se la rechazaron porque no tenía diálogos.


        "El trabajo literario no decepciona nunca, porque su premio está en hacerlo"


  Juan Benet es ese ingeniero de Caminos, Canales y Puertos que se ha revelado como un gran novelista por libre en las letras españolas. Ingeniero, escritor, pintor y experto en temas militares, es un magnífico conversador, que se revela como escéptico, melancólico y sarcástico. Tiene 53 años de edad, cuatro hijos y una decena de libros. Su pelo, liso y canoso, que contrasta con la negritud de sus cejas, le da un aire de niño travieso que se las sabe todas y está dispuesto a ser el mayor iconoclasta de los santones de la literatura, importándole un bledo las reacciones en contra.

  Recientemente en la Fundación Ponce de León, dentro del ciclo "El autor explica su obra", Benet contó con placidez y buen humor cómo habían sido sus principios literarios. "Cuando se escribe se ejerce la crítica profana constantemente. De hecho, se parte de una elección y ésta es ya crítica. El escritor y creador no puede explicar su obra, y la mía, por otra parte, creo que es de una sencillez abrumadora".

 - Voy a contar algunas razones, circunstancias y situaciones que me llevaron a escribir. Cuando era joven yo tenía mucho tiempo libre y muy poco dinero en el bolsillo. Leía mucho y al fin quise comparar mis párrafos con los que leía. Tenía amistades del mundo literario, que me invitaban a su círculo como lector. Hacía visitas a Pío Baroja porque era vecino mío. Por cierto, él contaba que las nutrias leían periódicos y que por eso en el Bidasoa se echaban muchos ejemplares, y que esos animales salían por la noche a leerlos.

  De repente, sin solución de continuidad, para ingresar en la Escuela de Ingenieros, me encontré con que tenía mucho que estudiar y dejé de escribir, pero una vez en la Escuela volví a tener tiempo. Eran los finales de los años cuarenta y seguía sin una peseta en el bolsillo, por lo que decidí dar algunas clases, como algunos de mis compañeros, en una Academia, pero cuando un alumno me hizo una pregunta que no supe contestar, me puse colorado, dejé la tiza en el cajetín y me marché, prometiéndome a mi mismo no dedicarme jamás a la enseñanza ni por dinero ni por afición. Volví a tener de nuevo mucho tiempo libre para escribir.

    El oso y el urogallo

  Juan Benet nació en Madrid en 1927 y en 1954 terminó su carrera de ingeniero. Le destinaron primero a Ponferrada (León) y a Oviedo, para regresar de nuevo a Madrid. Allí tuvo también mucho tiempo libre para dedicarse a la Literatura.

  - Tuve que pagarme la edición de mi primera novela "Nunca llegarás a nada" (1961), que pasó inadvertida. El editor se animó a hacerlo porque necesitaba las doce mil pesetas que yo podía pagarle de mi trabajo como ingeniero. Las condiciones de aquel trabajo eran entonces terribles. Se hacía todo tirando de carreta, con mulos, explosivos y sin electricidad. Recientemente me ha llegado la historia de los doscientos años de una compañía constructora inglesa. Pues bien, lo que esa compañía ha hecho en dos siglos, se ha hecho en España en estos últimos veinticinco años.

  A Benet no le gustaba lo que en aquellos años se publicaba en España y escribía dentro de un vacío singular, con una arrogancia crítica. De su estancia en el paraje del Porma (León) contó diversas anécdotas, como el oso muerto por un cazador y que en poco tiempo se convirtió en picadillo, chorizos, morcillas..."todo nos lo comimos". Por allí iban muchos franceses buscando nutrias. Un día, un ave se estrelló, la despellejamos y nos la preparó el ama de llaves. Un francés pegó un grito de escándalo porque se trataba de un urogallo de plumas verdes rarísimo. Benet quiso escribir una novela que recordase aquel tiempo: "Volverás a Región" (1968), La secretaria de un editor se la devolvió diciendo que le faltaban diálogos. "De los cuatro que tenía, quité tres y me dije: ésta es su forma definitiva".

 El reconocimiento vendría con "Una meditación" (1960) que ganó el Premio Biblioteca Breve, que concedía Barral. Más tarde llegarían los títulos "En el Estado" (1977), "El aire de un crimen", novela cuasi policíaca, que quedó finalista en el Premio Planeta y "Saúl ante Samuel", su libro más extenso y quizás el más importante. Su próximo libro se titula "Trece fábulas y media", que pronto saldrá editado.

  Principios vitales

 Benet afirma que se maneja con algunos principios:

  - Cualquiera que fuere mi dedicación a la profesión, tenía que procurarme mucho tiempo libre. Los ingenieros, si nos limitamos a serlo, tenemos ese tiempo libre, lo que ocurre es que cuando pasan los años, los ingenieros se dedican a las finanzas o a la Política. El segundo principio sería llegar al equilibrio económico de ganar el dinero suficiente para no preocuparme de él. A veces es difícil llegar a este equilibrio.

 El escritor madrileño ha dejado bien clara su posición en la Literatura y su postura ante ella.

 - No he esperado nada de la Literatura porque de antemano me lo ha dado todo. Me ha divertido, me ha ocupado el ocio y me ha llenado unos vacíos, que de otra forma no hubiera podido calmar. El trabajo literario, sobre la vida social, familiar, el ocio convencional o el disfrute, tiene una ventaja: nunca decepciona. La Literatura para mí es la forma de entrar en un mundo en el que no podía entrar nadie y del que no tenía que dar cuentas, lo contrario de mi trabajo de ingeniero. De ahí que en la Literatura yo creara mi propio paisanaje libremente.

 El universo literario de Benet es melancólico y sombrío. Él se defiende y lo explica.

 - Un universo rosáceo sería inaguantable. Yo creo que la comedia es patrimonio de los que buscan en la Literatura otra retribución que la literaria. Cuando he dicho que el trabajo literario no decepciona, es porque su premio está en hacerlo: en escribir cada párrafo, en consolidar una metáfora, en definir mal que bien unos personajes...La remuneración es la propia satisfacción ante la palabra escrita. Esa es su retribución principal, más que el éxito ante un público o el poco o mucho dinero que se obtiene con ella. Si escribo una página que me satisface, esa noche ceno mejor y me recompenso con una copa.

                                                               Por Julia Sáez-Angulo, abril 1981