Cómo entré en Región
Me encargaron fotografiar un lugar que no existe: Región,
el territorio mítico creado por Juan Benet. El escritor e
ingeniero desarrolló la mayor parte de su obra en este espacio que la crítica
especializada —y en parte el propio autor— ha situado en León, probablemente en
el Bierzo, pero también en los alrededores del pantano del Porma. Para mí era
un reto materializar a través de la cámara, de mi mirada, un espacio de tan
profunda huella literaria.
Los años que Benet pasó instalado en una caseta situada en
el camino que conducía a la construcción del embalse que él mismo proyectó
fueron decisivos no solo en su carrera como ingeniero, sino también en la
creación, realizada durante las solitarias noches invernales, de la novena
versión, y última, de su obra magna Volverás a Región.
Recorrí el norte de León hasta llegar a la presa que
contiene las aguas del río Porma, conocida como la Presa Juan Benet desde
la muerte del escritor. Aquello era un vergel luminoso, lleno de vida, sin
ninguna relación con aquella Región en la que el autor situó a su personaje más
enigmático: el Numa. La idea de mi proyecto era transitar hasta el presente ese
poso de rudeza, misterio y desorientación que contiene su obra, para de este
modo recrear cómo sería la vida en ese lugar imaginario.
Y mi pregunta era: ¿Cómo entro en Región, si es un lugar que
no existe?
"Salí con la impresión de haber cruzado un oscuro
territorio y, a partir de ahí, me adentré en Región. Allá donde miraba
todo era en blanco y negro"
A través de una portezuela atravesé un muro de hormigón y me
adentré en el laberinto benetiano que compone las tripas de la presa que él
mismo construyó. Las paredes sudaban negrura y se podía sentir la presión de
toneladas de agua en la espalda de la inmensa pared. En las profundidades del
pantano, siete pueblos sumergidos.
Salí con la impresión de haber cruzado un oscuro territorio
y, a partir de ahí, me adentré en Región. Allá donde miraba
todo era en blanco y negro. La luz se tornaba brumosa, tamizada por una neblina
que bajaba por la ladera de la montaña. El ambiente sombrío que estaba buscando
llegó… y comencé a fotografiar.
En Camposolillo, al lado del pantano, se alzaba media
iglesia coronada por un nido de cigüeñas. Alrededor, más ruinas. Este es un
pueblo fantasma que se mantiene en pie para recordarnos que no hay nada seguro.
Tras él, el bosque de Mantua.
Entré por una senda. El camino se volvió impracticable y
oscuro. Allá donde miraba solo veía troncos de altísimos abetos. Encuadré en
horizontal para recoger la masa de madera tupida que formaban los troncos.
Estaba en el territorio del Numa, el guardián que nadie ha visto
pero al que todos temen.
Como una turista acechada, seguí adentrándome en el
laberinto, completamente desorientada. Estaba tan inmersa en Región que
el simple crujido de la hojarasca bajo las botas me espantaba. Apunté con la
cámara hacia las copas de los árboles que se entrelazaban en las alturas
formando un tupido tejido vegetal. Otra foto más.
Fui componiendo un cuerpo narrativo que surgía de un estado
de percepciones irracionales. El bosque cambió de aspecto, se abrió un claro y
entró la luz a chorro. En el cielo, pájaros negros volando en círculos.
Llegué al corazón del bosque y tenía que regresar. El que
ronda la sierra estaba cerca. Al salir, el monte perdió sus árboles. Lejos, en
lo alto de la ladera, desaparecía la figura de un hombre. Encuadré la imagen.
Dos tercios monte, al fondo, el Numa bajo un cielo crepuscular
que se tornaba oscuro y pesado. El día acababa, el sol se adentraba entre
brumas densas que adelantaban la noche. Apagué la cámara.
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Este proyecto fotográfico forma parte del capítulo «Región»,
escrito por Álvaro Colomer, del libro Regiones Imaginarias, editado
recientemente por Ediciones Menguantes. El volumen recorre regiones míticas de
la literatura universal, como Macondo, Comala, Vigata o Yoknapatawpha, y se
adentra en otras menos conocidas como Malgudi, Umuofia o Babakua. Territorios
vívidos, pero de bordes resbaladizos; lugares que pertenecen al ámbito de la
ficción, pero que, indudablemente, existen más allá de lo imaginado.
"Todos los textos huelen a viaje, pero sus estilos y
registros son muy diversos: crónica periodística y literaria, relato de viaje,
autoficción..."
Faulkner, García Márquez, Rulfo, Benet, Camilleri, Onetti,
Munif, Narayan, Achebe y la misteriosa Lima-Mendes son los creadores originales
de estos lugares míticos. Regiones imaginarias es la búsqueda
de las geografías inventadas por estos grandes autores contemporáneos.
Diez relatos, diez fotografías y diez mapas componen esta
aventura. Todos los textos huelen a viaje, pero sus estilos y registros son muy
diversos: crónica periodística y literaria, relato de viaje, autoficción… Los
autores de estos textos son Chelo Alvarez-Stehle, Álvaro Colomer, Luis
Fernández Zaurín, Bernardo Gutiérrez, Use Lahoz, Gabi Martínez, Valentino
Necco, Elisa Reche, Chika Unigwe y Enrique Vila-Matas.
Cada una de las regiones está también representada con una
imagen realizada en el propio territorio gracias a la mirada de fotógrafos como
Sandra Balsells, Guillermo Barberà, Oscar Bonilla, Rex Miller, Albert Ferrer,
Jaime León, Daniel Loewe, Kim Manresa, Patricia Martisa y Marta Calvo.
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Autor: Varios. Título: Regiones imaginarias. Editorial: Ediciones Menguantes.