LA NOVELA OMBLIGO: AUTOCONSCIENCIA, METALITERATURA Y
EXPANSIÓN EPISTEMOLÓGICA EN LA NARRATIVA DE JUAN BENET
Jorge Machín Lucas
(University of Winnipeg)
RESUMEN:
En el presente artículo se va a discutir el carácter autoconsciente de la narrativa de
Juan Benet, cómo desde su propio carácter autorreferencial se pueden detectar
datos metaliterarios que nos conducen a ver su apuesta por un nuevo tipo de
novela frente a los métodos deudores del positivismo, del realismo, del naturalismo
y del costumbrismo decimonónicos y de postguerra. Se estudiarán para ello los
siguientes aspectos: 1.- el estilo depurado, 2.- la ausencia de un narrador estable y
omnisciente compensada por la pluralidad de puntos de vista y de voces narrativas,
3.- los monólogos o diálogos que actúan como si fueran monólogos, 4.- la mezcla
architextual de géneros en muchas de sus novelas, 5.- el valor y estructura de las
digresiones, 6.- la “falta de decorum” en los parlamentos de los personajes por la
cual todos hablan como el autor y se erigen en portavoces y en símbolos de su
ideología irracionalista, 7.-el diálogo intertextual con la crítica y 8.- la disposición
del cronotopo ficticio. Para ello se estudiarán gran parte de sus novelas y de sus
ensayos, entre los que destacan Volverás a Región, Una meditación, Un viaje de
invierno, La otra casa de Mazón, Saúl ante Samuel, Herrumbrosas lanzas y La
inspiración y el estilo. También se usarán sus entrevistas y la crítica más
conveniente al respecto.
Palabras clave: Juan Benet; narrativa; autoconsciencia; autorreferencialidad;
metaliteratura
ABSTRACT:
In this article, I am going to discuss the self-conscious character of the narrative of
Juan Benet and how from its own self-referential character one can detect
metaliterary data that can lead us to see his bet for a new kind of novel that is
opposed to the positivistic, realistic, naturalistic and literature of manners methods
from the nineteenth century and from the Spanish Civil War postwar. I am going to
study the following aspects: 1.- Benet’s refined style, 2.- the absence of a stable
and omniscient narrator compensated by a plurality of points of view and of
narrative voices, 3.- the monologues and dialogues that function as monologues, 4.- the architextual mixture of genres in many of his novels, 5.- the value and
structure of the digressions, 6.- the “lack of decorum” in the speeches of the
characters in which all of them talk similarly to the author and become
representatives and symbols of his irrationalistic ideology, 7.-the intertextual
dialogue with its critics and 8.- the disposition of the ficticious chronotope. For this,
I will study many of his novels and essays, the most important of which are
Volverás a Región (Return to Region), Una meditación (A meditation), Un viaje de
invierno (A Winter Trip), La otra casa de Mazón (The Other House of Mazón), Saúl
ante Samuel (Saúl in front of Samuel), Herrumbrosas lanzas (Rusty Spears) y La
inspiración y el estilo (Inspiration and Style). In addition, I am going to use his
interviews and his critics.
Keywords: Juan Benet; narrative; self-consciousness; self-referentiality;
metaliterature
“En el seno de una obra armoniosa, lúcida y lógica, se oye a veces una
voz de protesta contra ese mismo orden, una voz de acentos y timbres muy
personales que escuchada con atención nos viene a decir qué frágil y qué
insatisfactorio puede ser para el propio creador el orden de su universo.” Juan
Benet. La inspiración y el estilo, 1973. 42.
La narrativa de Juan Benet (1927-1993) es netamente autoconsciente,
autorreflexiva y autorreferencial de un nuevo proyecto pedagógico, el de elevar el
nivel del lector desde una mayor complejidad literaria. A saber, se remite y
reflexiona sobre su trascendencia como texto desde la inmanencia de la conciencia
del autor para educar y crear un más refinado lector. Es toda una metanovela o
navel novel (“novela ombligo”) que mientras discute temas de la historia de España
y realidades universales en clave de ficción y que mientras crea nuevo conocimiento
paralelo a lo perceptible también está refiriéndose a sí misma, está aludiendo a su
propia naturaleza creadora y a sus estrategias o preferencias discursivas,
estilísticas, temáticas y estructurales. Es, para Minardi, un condensado ideológico, una reflexión programática hacia el futuro, una “matriz de conocimiento” del
pasado y del presente (180, 198). Esta expansión o (re)creación epistemológica se
articula desde la narrativa y el ensayo en su intento de oponer una nueva ideología
y estética literaria frente a los monótonos y superficiales discursos, nunca
suficientemente científicos, racionales y referenciales, del positivismo, del realismo,
del naturalismo y del costumbrismo decimonónicos, del realismo social de
posguerra y de lo que entendemos como la razón convencionalmente pactada por
los humanos, que es la del statu quo que favorece a unos pocos y que mantiene a
duras penas a muchos.
Benet creía que estos sistemas de pensamiento y de arte han fallado en su
intento de explicar la realidad ya que inevitablemente la han tenido que sintetizar,
seleccionar y depurar para darle cabida en las limitaciones del lenguaje y en las de
la estructura literaria. Aparte, según él han ignorado toda aquella realidad que
escapa a la percepción, la que reside en las así denominadas como “zonas de
sombras” benetianas. Y no solo eso, para el autor de Región también han preterido
el estilo, lo más único, en favor del argumento, lo más trillado. Todo ello y una
literatura realista que se pliega a las demandas, por razones comerciales, de un
lector que mayoritariamente, por falta de educación literaria, pide entretenimiento,
evasión y la reproducción de su mundo cotidiano que le suponga unos mínimos de
esfuerzo intelectual, ha creado un lector conformista e incapaz de cuestionarse su
realidad y su tiempo.
La autoconsciencia del autor con respecto a su propuesta de ficción y de
nueva pedagogía desde otra cara de la realidad es radical en el caso benetiano. Este trató de desvincularse al máximo de lo referencial, de lo verosímil y del
referente histórico tanto como del compromiso social, del testimonio o de lo
documental. Certificar el valor catastral de la literatura, algo que le reprochaba a
Galdós y a los realistas del XIX en general, es contrario al auténtico impulso
creador y lo coarta. Eso pertenece mayoritariamente a otras disciplinas y anula el
poder generador o (re)creador de nuevas realidades que posee el arte. Este es un
intento de construir un mundo alternativo, alegal, no contemplado por lo que
denominamos como legal, término insuficiente semánticamente, por
desconocimiento. Es un nuevo espacio epistemológico al que se llama
equivocadamente irreal ya que es una prolongación de lo aparentemente real no
descubierta todavía por la limitada mente humana en estado de evolución. Esta es
la clave de su proyecto de educación del lector: hay que desvelar otro espacio que
está más allá de lo visible pero que puede ser conceptualizable tanto como
demostrar errores de base en el ya recibido por la tradición. Ello se expresa en su
obra narrativa de manera tanto directa (alusiones metaliterarias) como indirecta
(estrategias de construcción literaria, lo que sugiere o se infiere de su plasmación
en el texto).
Por ende, Benet relativiza el concepto de lo real y busca mostrarnos que hay
más realidad de la que vemos desde la creación literaria. De ella pueden surgir o
derivarse las claves de nuevos y útiles conocimientos. Para ello, articula su obra
como una fuente artificial de la que dimane un proyecto paralelo a lo real
imperceptible pero que se puede intuir o pensar. Ello no es tan difícil ya que de
hecho en sí el arte y su naturaleza forman parte de esa realidad escondida. De este
intento Benet deja diseminadas las marcas de su conciencia de autor por doquier.
Se va a analizar las más importantes, inspirado este artículo por la propuesta de
Jonathan Mayhew que, desde la poesía en su Poetics of Self-Consciousness, indaga
y analiza un estadio autoconsciente de escritura por parte de ciertos poetas hispanos en los que cree que hay una poética explícita o implícitamente articulada
en su propia obra (11). En este caso, este método se aplicará sobre la narrativa.
1.- Benet hace uso de estilos depurados y variados frente a una realidad que
es poliédrica e indefinible y que tiene muchas caras todavía por descubrir. Estas se
irán revelando progresivamente a medida que evolucionen la mente humana y la
ciencia. Con esos estilos el autor trata de representar, si bien superficialmente, lo
inefable y los claroscuros de una realidad multiforme. De este modo, muestra una
autoconsciencia metaliteraria ya que a la hora de pensar, germinar y articular esos
modos de dicción está proponiendo las claves de un sistema alternativo al del
realismo del que abjura. Esto se aprecia en cómo lo formuló en uno de sus libros
ensayos, La inspiración y el estilo (1965):
“[…] el hombre de letras no tiene otra salida que la creación de un
estilo. Ninguna barrera puede prevalecer contra el estilo siendo así que se
trata del esfuerzo del escritor por romper un cerco mucho más estrecho,
permanente y riguroso: aquel que le impone el dictado de la realidad. Es un
esfuerzo inaudito porque la realidad que le rodea es infinita en extensión y
profundidad. Esa realidad se presenta ante el escritor bajo un doble cariz: es
acoso y es campo de acción. […] ¿Qué barreras pueden prevalecer contra un
hombre que en lo sucesivo será capaz de inventar la realidad?” (179-180).
Esa variedad y mezcolanza, altamente elaborada y paródica, es de carácter
(re)creador de realidades y selectiva en su peculiar apuesta de ficción. Combina lo
prosaico, lo poético, lo dramático, lo filosófico especulativo, lo psicológico, lo
científico y técnico y lo metatextual. Ellos, con su sabio uso de la ironía y en un
aviso de la naturaleza impostora del texto y del discurso frente a los conceptos de
verdad y de realidad negociados socialmente, pretenden “desrealizar” y depurar la
base referencial e histórica, que queda finalmente en anécdota mínima, para
trascenderla hacia una nueva o desconocida realidad. Además, se pretende así no
solo abrir un nuevo estilo alternativo sino también un nuevo sistema de
conocimiento ulterior o superior a lo perceptible. Así pues, las novedosas técnicas y
formas utilizadas, con un nuevo vocabulario infestado de tecnicismos, cultismos y
6
neologismos y con figuras retóricas y estilísticas varias, no se asocian a significados
convencionales o ya manidos y pueden remitir a ese nuevo espacio-tiempo
referencial. Asimismo, el barroquismo, la sintaxis alambicada, la proliferación de
subordinadas, los largos párrafos, las frases largas, los paréntesis, los
circunloquios, las inauditas comparaciones y metáforas, las paradojas, los
oximorones -que sintetizan nuevas ideas desde la interacción entre una tesis y una
antítesis-, las personificaciones o la animación de los paisajes exterior y de la
conciencia, entre otros, sirven para expresar lo más inefable de la memoria. En
resumidas cuentas, al tensar las cuerdas del lenguaje y de la expresión se pretende
percibir y expresar más desde la intelección teniendo en cuenta el particular
horizonte de expectativas de cada lector, la tradición de la que bebe y las formas
del mensaje emitido por cada autor.
2.- La ausencia de un narrador estable y omnisciente o de una uniformidad
de personas y voces narrativas es otra marca de esa autoconsciencia y
autorreflexividad metaliterarias. El autor expresa a través de estos constructos
artificiales su creencia de que la realidad no existe ni es representable como tal por
completo y por eso multiplica las ópticas y enfoques. Afirma, además, la pluralidad
de puntos de vista que negocian entre sí la realidad compartida que hemos
aprendido y que se sintetizan a través del pacto de una razón que, como tal
síntesis, es teórica, artificial e incompleta. Esta no es imagen de la realidad ni de la
verdad absolutas, es tan solo una escenificación de ellas para tratar de complacer a
todos en unos mínimos mientras se mantiene el statu quo de dominación de unos
pocos sobre el resto. El descentramiento, la fragmentación y la atomización de los
puntos de vista, de los estilos y de los modos del discurso hacen alusión al carácter
selectivo, impostor y multiforme de la realidad en sí. Son las múltiples formas de
narrar la realidad desde la percepción de una pluralidad de seres. Es un ejemplo de
pensamiento plural que Benet quiere insuflar a la nueva narrativa que se ha de
oponer al realismo social imperante.
Nada más contrario a una hermenéutica es lo que hace Benet. Ella iría de lo
histórico a lo universal para encontrar el método que nos lleve a la verdad. Él, sin
embargo, va de lo histórico a lo relativo, a lo irreal, a lo autorreferencial y a lo
7
metaliterario para demostrar que verdad y método no son totales, absolutos ni
sistemáticos y que lo que se busca en literatura es crear una realidad paralela
posible que nos ayude a explicar mejor la convencional negociada por los humanos. Por consiguiente, Benet muestra cómo puede articularse una alternativa a los
limitados y falaces modos de representación del realismo y cómo esta puede
adquirir sustancia propia de realidad más allá de lo perceptible por los sentidos
aunque esto se pueda intuir, sea conceptualizable y sea expresable. La obra
reflexiona desde esos múltiples narradores impostados sobre su propia naturaleza
distorsionadora de lo real y sobre su capacidad de generar nuevo conocimiento
desde la síntesis artística de muchos focos de pensamiento tutelados por la
experiencia personal y cultural del autor.
En suma, esta dispersión polifónica de voces y de estilos, centralizada por
una instancia superior que constituyen tanto el autor como su producto el texto, nos remite a la variabilidad de percepciones de varios emisores, de tipos sociales
(re)construidos, de hipotéticos lectores, a su contacto con y a su transformación de
la historia y de la intertextualidad y a todo un proyecto antirrealista y contrario a
todo compromiso o testimonio histórico en literatura. Este proyecto supone la
afirmación del carácter eminentemente heurístico – indagatorio y de
descubrimiento- y autorreferencial de lo narrado aunque parta de las bases de una
fluctuante realidad negociada por los humanos como ética de mínimos y como
pacto para reducir en lo posible agresiones entre grupos de poder, culturales o
religiosos.
3.- Los monólogos o los diálogos que son monólogos son otro mecanismo
literario que el autor usa para demostrar su deliberado plan para articular una
estética y una ética literarias que pueda aproximarse a aquella parte de realidad
que ignora el realismo. Un ejemplo del primer tipo, de monólogos puros, es el modo
indirecto de autoconsciencia metaliteraria que se aprecia en el texto continuo de
Una meditación (1970), que pretende erigirse en representación lo más fidedigna
posible de una memoria infiel a la verdad y a lo sucedido. Con él, el narrador
evocador realiza un discurso pretendidamente reminiscente y de tipo metaliterario
que simula imitar los continuos del fluido expresivo de la mente en estado de obsesión (un largo párrafo de 329 páginas sin capítulos ni puntos y aparte,
estructura ideada para representar el libre flujo de la memoria) y los discontinuos
del recuerdo (dudas, olvidos, omisiones, mixtificaciones, repeticiones obsesivas,
engaños de la memoria…). Este discurso está entre el monólogo más
pretendidamente realista y el soliloquio más depurado. En la misma novela, el
acerbo monólogo del tío Ricardo, todo un planctus, un discurso estoico que enuncia
mientras oye noticias del conflicto bélico a través de la radio, va de lo particular
regionato de su historia y de la Guerra Civil en concreto a consideraciones
universales y míticas sobre la naturaleza humana (en Una meditación, 40-47, 89- 90 y 217-219). Es la voz de la conciencia universal, española y de la Región que
Benet ha creado. Del segundo tipo, diálogos que en realidad son monólogos, es la
conversación de sordos que hacen Marré Gamallo y el doctor Daniel Sebastián en
Volverás a Región (1967), que apenas se escuchan ni conectan sus ideas en
muchas ocasiones.
Otras estrategias narrativas, en forma de “mise en abîme” o mediante la
creación de historias secundarias narradas por los personajes de las novelas,
incluyen el anteriormente mencionado monólogo del tío Ricardo o una carta de
Cayetano Corral a Carlos Bonaval (en la misma novela, en 156-157 y en 206-209)
cuando este último viaja a las montañas con Leo, de tal manera que acaban
participando otros narradores secundarios que aumentan el pluriperspectivismo que
Benet opone a la visión omnisciente del realismo más canónico. De similar modo
opera el poeta Jorge que, como sarcástico “alter ego” benetiano y transmisor de su
ideología metaliteraria y metalingüística, ironiza sobre el poder del lenguaje para
transformar la realidad y el mundo (Ibid., págs. 267-268). Así se producen y
transcriben pensamientos universales y artísticos que en el realismo nunca se
hubieran podido justificar ya que no encajarían en las necesidades diegéticas y
representativas de ese movimiento. Aparte, el realismo ha optado más por un
lenguaje más común, por el diálogo, por la descripción y por rebajar el componente
intelectual al máximo con tal de acceder a mayor número de lectores, con lo que el
excurso o la digresión quedan relegados a un muy segundo plano o reducidos
prácticamente a la nada. Finalmente, estos mecanismos pluriperspectivistas benetianos y de su época complican más la novela, lo cual hace que el lector deba
incrementar su esfuerzo intelectual y, por esa razón, este tipo de narrativa también
adquiere tanto carácter pedagógico como el que se ufanaba de tener el realismo
con sus argumentos y sus tesis. Benet consigue ser más fiel a la realidad
mostrando algunas de sus múltiples caras y le da mayor coherencia al articular a
unos narradores y personajes más centrados en expresar su subjetividad vital. Con
todo, son trasuntos y portavoces de la ideología del autor.
4.- La mezcla architextual (Genette, 5 y ss) de géneros en una misma obra
(narración, poesía, drama, ensayo, narrativa breve…) nos hace entroncar con las
normas y convenciones de cada uno de los anteriores y con su tradición propia. En
ello se ve de nuevo esa autoconsciencia benetiana de orden metaliterario. Aparte, a
través de ella también el creador del cronotopo de Región manifiesta la estructura
propuesta de su proceso “desrealizador” y de autojustificación textual frente a lo
real y al realismo literario ya que adapta la base referencial y su conocimiento
proporcionado por la experiencia personal a los mecanismos, constricciones y
barreras formales de los géneros imitados. Por tanto, muestra las formas y los
límites del nuevo discurso, de la nueva enunciación. Se combinan en ellos tonos de
épica y de tragedia, de filosofía, de psicología, de pseudociencia y de lenguaje
administrativo a veces, las más de las veces parodiados. Hay tonos ensayísticos en
la novela (en Volverás a Región o en Un viaje de invierno -1972-, verbigracia) para
las especulaciones de los narradores sobre la memoria, el tiempo, la razón y la
pasión, la sexualidad, etc. y tonos narrativos o líricos del ensayo (La inspiración y el
estilo, Puerta de tierra -1970-, por poner dos de tantos ejemplos). Y no solo esto, hay historias breves intercaladas o pasajes de prosa poética en prácticamente todas
sus novelas. Por poner un ejemplo más, en La otra casa de Mazón (1973) se
combinan la narración y el drama, lo trágico y lo cómico. Con ello, Benet nos
muestra su proyecto postmoderno no teleológico, que no cree en causas finales ni
en la capacidad de sintetizar el ser y el mundo en una o en unas pocas ideas, que
desconfía de verdades absolutas, de sistemas y de concentraciones unitarias de
pensamiento y que cree en una representación polifónica y multiestilística para
integrar diferentes puntos de vista de narradores, de géneros y de tradiciones.
5.- A la par, otro ejemplo de dicha autoconsciencia como creador de ficción y
de género es el valor ideológico, estético, estructural, palimpséstico y metatextual
de las digresiones, que en última instancia se realimentan entre lo humano y lo
meramente textual. Sobre todo cabe mencionar las de la historia y de la memoria, ambas infieles. Son tan necesarias como incompletas, contradictorias, dudosas, repetitivas, llenas de olvidos y poco fiables. Benet propone que el pensamiento se
debe representar textualmente tal y como han funcionado la historia y la memoria
personal en la creación de la cultura: mediante la selección de lo percibido y de lo
aprendido, tamizados, depurados, estilizados y transformados en aras de favorecer
a la razón pactada, a los vencedores de la sociedad o al deseo de satisfacer cuentas
personales con la ipseidad o con la otredad. Esto genera un tiempo propio y
singular en lo novelístico. También hay otros excursos de orden metaliterario y
metalingüístico, es decir, sobre la palabra y el texto en general. Asimismo, todas
las divagaciones sobre la moral, la sexualidad o sobre el conflicto entre la razón y la
pasión se encaminan a justificar la necesidad psicológica de acometer el acto de la
escritura como catarsis o depuración personal frente a la experiencia personal más
sentida, más traumática.
Un ejemplo claro acerca de la condición metanovelística y autorreflexiva del
propio discurso es este fragmento de Una meditación. Incide en las relaciones entre
una arbitraria y casi autónoma memoria, más poderosa que la conciencia racional,
y la disposición del discurso. El carácter selectivo y contradictorio de esa memoria,
plasmado en la enunciación, es lógico ya que la memoria siempre ha funcionado sin
lógica aparente y ha tenido tendencia a resumir o ignorar lo crucial para detenerse
obsesivamente en lo traumático:
“Así se produce un relato fragmentario y desordenado que salta en el
tiempo y en el espacio, que acumula datos, imágenes e impresiones en torno
a una caída infantil que no tuvo gran trascendencia y en cambio omite
cualquier precisión acerca de unos años que fueron decisivos; y sin embargo
tal narración no resulta confusa ni difícilmente comprensible sino que, antes al
contrario, entra de lleno en el campo de lo obvio y lo evidente quizá porque la
conciencia pasa por ella con un conocimiento previo y abreviado […]” (32-33).
Relacionado con esto están los temas del enigma y de la incertidumbre que
son parte de toda una declaración de intenciones metaliteraria que se plasma en
todas sus novelas, en sus desarticuladas y desordenadas tramas, en sus personajes
descentrados, ambiguos y saturados de conciencia obsesiva, en sus espacios
lúgubres y animistas y en sus especulaciones que deliberadamente pecan de
asistemáticas. Son expresión del arte postmoderno en general. Es lo que Ihab
Hassan llama “indetermanencia”, terminado acuñado por él mismo y que expresa la
combinación de indeterminación e inmanencia que cuestiona la búsqueda
teleológica y de estabilidad sígnica de la modernidad y que manifiesta el
desmembramiento y atomización de la noción de verdad en la postmodernidad en
el interior del ser y del texto (1987: 91). A través de estos temas busca Benet una
fórmula alternativa al arte del realismo social o documental y expresar las caras
escondidas de la realidad. En Saúl ante Samuel (1980), quizá su obra más lograda
en su arquitectura diegética y temática y en su estilo, estas caras se evidencian a
través de las figuras de la abuela-sibila y del primo Simón (Samueles bíblicos que
profetizan y juzgan, pura luz intelectual, pura visión oracular, apolíneos para
Nietzsche) que evalúan a los hermanos Beltrán de Rodas (reyes Saúles bíblicos
también, hombres de acción, pura energía vital y somática, dionisiacos
nietzscheanos) desde la intuición y el pensamiento esotérico.
6.- Otro aspecto al respecto es el carácter ideológico y simbólico de los
personajes y la “falta de decorum” de sus parlamentos. Con ello se alude a que
todos ellos parecen ser portavoces de las ideas de Benet y que sus modos de
dicción son similares sin atender a distinciones o diferencias lingüísticas de tipo
diastrático o sociocultural, diafásico o por registros y contextos y diatópico o por
procedencias geográficas. Son portavoces, directos e indirectos, de la estrategia
metaliteraria del autor y de sus ataques a la lógica, a la razón y a la falta de estilo.
A través de ellos se trasluce esa autoconciencia y autorreflexividad textual. También expresan su interacción con una historia autorreferencial, fantástica, y con
los temas de los que se va especulando además de con la propia naturaleza textual
y de su vinculación con la diégesis.
Como ejemplo de este último caso nos vale este que procede de Una
meditación. Es el de Cayetano Corral (291-294) y su autónomo reloj vital y
metaliterario, toda una fuerza y conciencia telúrica que pretende reparar para
convertir la quietud del mundo regionato en fluido temporal cronológico. Ambos, como trasuntos de Benet y de la narrativa, van a determinar el final de la novela y
el del propio discurso narrativo tanto como de la conciencia colectiva de Región
(Rivkin, 122-123 en el libro editado de Vernon). Este reloj representa tanto una
crítica a la razón pactada y cientifista como la presencia de otra razón ulterior. Ken
Benson aprecia correctamente que en esta novela es recurrente la parodia de la
ciencia y de los científicos cuyas leyes y la incapacidad de superarlas conllevan el
fracaso personal de muchos personajes. Eso lleva a Cayetano a ser un ser
insatisfecho sexualmente que llega al masoquismo (“Autenticidad y pureza…”, 12).
7.- El diálogo intertextual con la crítica, con su propia producción intelectual
acerca de su obra o con la de otros autores, y el metatextual, el de un texto que es
comentario de otro, son otras evidencias y vías por las que se puede acometer el
abordaje de esta autoconsciencia metaficcional. Un ejemplo de lo más insólito es el
mapa de Herrumbrosas lanzas (1983-6) que dialoga con el texto aunque con
múltiples contradicciones deliberadamente creadas por Benet para cuestionar todo
conato de cientifismo, de levantamiento topográfico, de representación gráfica
tanto como de lingüística y de explicación de la realidad. En este contexto también
se inscriben los prólogos que escribió, las traducciones o lo que vio Benet en otros
autores en sus ensayos y artículos varios. Son sin lugar a dudas toda una
anticipación programática al texto, incluso cuando estos artículos son posteriores a
sus ficciones ya que sin duda proceden de un pensamiento transformado y
evolucionado desde otros anteriores.
La paratextualidad o los textos paralelos que acompañan al principal y lo
explican, amplían, redefinen y mejoran también son otras evidencias de este tema.
Las notas de a pie, al modo de una ecdótica o disciplina del editor de textos, hacen
acto de presencia paródicamente en Volverás a Región y unen narración, prosa
poética, especulación y ensayo formal. También se puede apreciar en la alternancia
entre el texto de caja -la narración en sí- y el ladillo –las reflexiones sobre la
13
naturaleza de lo narrado de carácter casi aforístico y/o metaliterario- en Un viaje de
invierno (víd. de Azúa, 150, en Vernon; Gullón, 139, en Vernon también; Cabrera, 118, o Torrón, 63).
8.- Finalmente, la disposición del cronotopo alude también a esa
autoconsciencia de tipo metaliterario. En la construcción y diseño del mundo de
ficción regionato, procedente tanto del Bierzo leonés como de intertextos de William Faulkner (el ficticio Yoknapatawpha County del Misisipi estadounidense) o de
Euclides da Cunha (el depurado Canudos brasileño) ante todo, se produce toda una
afirmación de fe en la autorreferencialidad del texto literario y toda una negación
implícita de los valores del realismo y de su deseo de mostrar la realidad y la
verdad. Esto sin duda se evidencia en las contradicciones dispuestas a propósito en
el mapa anteriormente aludido pero también en el hecho de apostar por la
autonomía, la vitalidad y la carga de conciencia que tiene el paisaje, sobre todo en
la descripción que Benet hace de él en las primeras páginas de Volverás a Región. En ellas, se parodia el lenguaje científico, técnico, biológico, botánico y geológico al
insuflarle alientos “desrealizadores” y fantásticos. Aparte, este espacio irreal, autónomo y transformado en sí es minimizado y sobre él se imponen las
conciencias torturadas de los personajes que parece que con él se van
realimentando. Por ende, sus discursos narrativos, tanto en prosa científica como
administrativa o poética, y sus especulaciones sobre filosofía, psicología,
humanismo o metaliteratura son las que dan dimensiones auténticas al espacio que
les rodea y que interactúa y se transforma con ellas en interpenetración u ósmosis.
En conclusión, mediante estilos y narradores variados y depurados, los
monólogos y los falsos diálogos, la mezcla de géneros, las digresiones, los
personajes portavoces que hablan sin decorum, los diálogos intertextuales,
metatextuales y paratextuales y la creación del cronotopo, Benet deja las marcas
subyacentes, como en un palimpsesto visto al trasluz, de una explicación de su
propio programa ideológico y estético en literatura frente a los dictados omnímodos
del realismo, del naturalismo y del costumbrismo. Con ellos y frente a la razón
positiva que es producto de un pacto de mínima agresión entre clases sociales, su
intención es la de articular una alternativa para tratar de mejorar las explicaciones de una realidad insuficientemente analizada por los métodos deudores del
positivismo filosófico. Además, pretende demostrar que el campo natural del arte es
el de lo irreal e irracional y el de la reflexión, cuando este se convierte en un nuevo
terreno de conocimiento frente a la falsa y muchas veces estéril repetición de lo
real. Cuando el arte y, dentro de él, la literatura pretenden adoctrinar a los seres
humanos, usurpan las funciones o comparten redundantemente el espacio de las
escuelas, de los institutos y de las universidades, de los centros de difusión de
ideas políticas, de las ideologías, de las creencias religiosas o de la prensa.
Entonces, el arte solo está al servicio de lo ya conocido y no aporta más que nuevas
o diferentes ópticas de lo ya percibido.
Benet defiende que el arte debe constituir una nueva vía gnoseológica que
explore los espacios de realidad inexplorados o imperceptibles pero no por ello
inexistentes. Ello se debe hacer mediante la intuición y la renovación y extensión
del lenguaje y de los mecanismos narratológicos y críticos. Todo ello se articula
desde y para la novela que no puede sustraerse de su amor propio y de su deseo
de saber más. Una novela que inevitablemente se mira al ombligo, es decir, a su
propio ADN, a su propia información genética, para entenderse mejor y para
mejorar errores y subsanarlos, siempre tratando de aprender de la tradición para
construirla, -o deconstruirla, si se piensa que es contradictoria o ambigua,
siguiendo a su admirado Nietzsche-, para cuestionarla y para mejorarla. Este loable
narcisismo literario anclado en la tradición era grato al ego benetiano que llegó a
afirmar de sí mismo: “Debo tener un temperamento femenino, me fecunda
cualquiera, a condición de que tenga cierto poder fecundador” (Cartografía
personal, 93).
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