Historia de una correspondencia
Manuel Longares
Lo que resalta en la correspondencia epistolar entre
Juan Benet y Carmen Martín Gaite recogida por José Teruel es el toque literario
que proporcionan los interlocutores a los temas que tratan. No son cartas donde
se hable de las familias respectivas o de problemas profesionales, pero cuando
se abordan intimidades como la neurastenia o la depresión, el tono literario
prevalece sobre la confesión o el desahogo impudorosos. Como si disertaran
sobre el fenómeno ante un lector quisquilloso o un tribunal literario, en vez
de contar algo que corresponde a su intimidad y les afecta vivamente.
El tema central en esta correspondencia es la
literatura, la tarea a la que ambos escritores se dedican con entusiasmo o
desánimo, según les afecten asuntos de trabajo (Benet) o la paralización típica
del proceso creativo (Martín Gaite). Benet apunta una serie de temas a debatir
entre ellos: el concepto de amor en el cancionero galaico-portugués, la
interlocución literaria y «la heterogeneidad radical del destino y de la
imaginación», Io que da idea de la dimensión que alcanzan estas cartas. Carmen
y Benet comentan los inéditos del otro (Benet lleva cuatro redacciones de
Volverás a Región, Gaite está con El proceso de Macanaz y Retahílas) y hablan
del dogmatismo, el amor no correspondido, las tres edades de la voluntad, «la
cultura de certamen», la distinción entre actuar y jugar y la obstrucción
literaria: «del placer incomparable que produce inventar literatura —dice
Gaite— y de la nostalgia de quien ha conocido tal placer».
Carmen Martín
Gaite y Juan Benet: Correspondencia. Edición de José Teruel. Barcelona: Galaxia
Gutenberg / Círculo de Lectores, 2012.
Carmina, Carmiña y Calila, incluso madame Ferlosio, son
los nombres con que Benet designa a su corresponsal. Martín Gaite, que empieza
con un solemne: «Querido Juan Benet», suprime en sucesivas cartas el apellido y
antepone el «mi» al «querido» para dirigirse a su colega. Ya hacia 1966, es
decir, a los dos años de este intercambio, Benet firma como «El joven político
jubilado» su carta a «la vieja rema». Algún otro juego literario se permitirán,
así como el envío de dibujos y fotografías. De todo ello se ha servido José
Teruel, estudioso de Carmen Martín Gaite y responsable de la edición de sus
Obras completas, para construir el mundo de los dos escritores.
Porque la relación entre Carmen Martín Gaite y Juan Benet
—él es dos años más joven que ella— supera el periodo de tiempo de su
correspondencia. José Teruel calcula que se conocieron «en el umbral de 1950»,
en la tertulia vespertina del restaurante madrileño Gambrinus, a la que
asistían sus compañeros de generación. Ambos colaboran en la Revista Española
de Rodríguez Moñino, ella con un cuento y él con una obra de teatro, y pronto
Carmen destaca en el panorama literario porque obtiene premios y publica novelas
y cuentos, no así Benet que, «como escritor —escribe en una de estas cartas— no
paso de ser un aficionado que no ha logrado sino despertar la atención de media
docena de amigos».
1964: Tras diez años de distanciamiento Impuesto por sus
respectivos quehaceres profesionales, el matrimonio Ferlosio-Gaite encuentra un
día a Juan Benet muy cerca de su domicilio madrileño, en la calle de Goya
esquina a Doctor Esquerdo. Son las cinco de la tarde, Benet sube a casa de sus
amigos, y a las doce de la noche telefonea a su mujer anunciándole que se
retrasa. Comentando esta reunión ha escrito Martín Gaite: «De lo que Juan tenía
sed —se notaba enseguida— era de tertulia. De palabrapalabra». Lo mismo podía
aplicarse Carmen con su pregonada «búsqueda de interlocutor». Y ya en marcha la
correspondencia epistolar, que se extenderá a lo largo de sesenta y siete
cartas, entre julio de 1964 y marzo de 1986, Martín Gaite hace una encendida
defensa del género: «si se fomentara esta forma de trato tan desacreditada...
se aprendería también a hablar y a escuchar más sosegadamente en las otras
ocasiones, cuando te echaras a la gente a la cara».