Páginas

Páginas

domingo, 21 de abril de 2024

Jorge, el caballero de Sajonia

 


        

Jorge, el caballero de Sajonia

 



Portada del libro 'El caballero de Sajonia'.

Eduardo Moyano

20 de abril de 2024 

0

El próximo martes 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro, fecha que coincide con la del fallecimiento en 1616 de Cervantes y de Shakespeare, dos genios de la literatura universal. Con motivo de dicha celebración, publico en mi blog la reseña de una de esas pequeñas joyas literarias que de vez en cuando encontramos en los tenderetes de libros viejos y de ocasión.

En este caso me refiero a la novela El caballero de Sajonia de Juan Benet, publicada en 1991, poco más de un año antes de la muerte del escritor madrileño, y uno de sus libros menos conocidos. La encontré hace unas semanas en los tenderetes de la célebre Cuesta Moyano, sita junto al Parque del Retiro de Madrid.

Era una edición ya usada, de segunda mano, pues tenía anotaciones a lápiz escritas a buen seguro por su último lector. Además, al abrirlo se desprendió como un pétalo de sus hojas el dibujo a carboncillo del rostro de una mujer joven. Al dorso del dibujo había una firma ilegible y una extraña declaración de amor, que decía “por ti daría la vida, pero no mis ideas”, frase muy adecuada al contenido del libro.

Con el estilo inconfundible de Juan Benet, la novela El caballero de Sajonia narra el encuentro que tuvieron en secreto el emperador Carlos V y Martín Lutero en la ciudad bávara de Pottmes, en pleno conflicto político y religioso. Ese encuentro se produce dos años después del edicto de Worms (1521) por el que Lutero, tras haber sido excomulgado por el papa León X, es declarado proscrito, siendo objeto de persecución por las tropas imperiales.

Protegido por el príncipe elector Federico de Sajonia, se recluye en el castillo de Wartburg durante varios meses, donde, por seguridad, Lutero cambia su nombre por el de “Caballero Jorge”. De allí, vestido de indigente y a lomos de una mula para pasar desapercibido, el Caballero Jorge parte hacia Pottmes, donde se aloja a la espera de la llegada del Emperador.

El joven Carlos llega sin séquito y acompañado sólo por su leal consejero Gattinara. Carlos intenta convencer a Lutero de que acepte apartarse de la vida política para no ser utilizado, como estaba sucediendo, por los príncipes alemanes como instrumento de división del imperio. A cambio, le ofrece paralizar la aplicación del edicto de Worms para que Lutero pudiera así recuperar la libertad de movimiento.

El Emperador no le pide a Lutero que se retracte de sus ideas reformadoras, pues entiende que no debe inmiscuirse en lo que es parte esencial de la conciencia. Sólo le pide que se retire de la primera fila de la lucha política que entonces socavaba por dentro el Sacro Imperio Germánico, y en la que Lutero y sus seguidores estaban siendo utilizados por los príncipes alemanes.

El encuentro termina en fracaso, dado que ambas cosas: la difusión de las ideas reformadoras y sus implicaciones políticas, eran inseparables. Ambas formaban parte de un mismo proyecto, y ambas se retroalimentaban, a saber: cuestionar la autoridad del Papa, en el caso de Lutero, y cuestionar la figura del Emperador, en el caso de los príncipes alemanes. Además, la estrecha conexión entre el poder imperial y el poder del papado, convertía en imposible el acuerdo entre Carlos y Lutero, dado que el reformador ponía como condición la ruptura del Emperador con Roma, algo que Carlos no podía asumir.

Al salir del lugar del encuentro, Carlos le ofrece su anillo para que lo bese en señal de obediencia y de acatamiento de su autoridad y de la política imperial, pero Lutero no lo besa, confirmando así su rebeldía y obstinación. El Caballero Jorge (Lutero) se asoma a la ventana de su habitación de Pottmes y ve alejarse al emperador acompañado de Gattinara como dos sombras en la noche. Entonces, se vuelve a su escritorio y dice en voz baja compadeciéndolo: “que el Señor ayude al piadoso Carlos, una oveja entre los lobos. Amén”

El texto está escrito con la maestría y el genio de Benet, quien aprovecha la ficción para reflexionar sobre la relación entre el poder religioso y el poder secular. También sobre la lucha entre el mal y el bien, entre la salvación y la condenación eternas, que anida en las almas de los creyentes.

En este sentido es muy interesante el capítulo en el que Benet narra cómo el Caballero Jorge (Lutero), persona atormentada como pocas al decir de sus biógrafos, recibe una noche la visita de Satanás durante su reclusión en Watburg. Ambos mantienen una dura lucha dialéctica, que incluso lleva a Lutero a arrojarle a Satanás el tintero donde mojaba la pluma con la que escribía la versión alemana del Nuevo Testamento. Las manchas de tinta en la pared han estado hasta hace poco a la vista de los turistas que visitan con regularidad la celda donde estuvo Lutero recluido en el castillo de Wartburg, siendo mostrada por los guías como huella de aquel episodio más cercano a la ficción que a la realidad.

La historia del encuentro entre Lutero y el emperador Carlos en un intento por evitar lo inevitable, es narrada magistralmente por Benet con su estilo singular e irrepetible. Es un estilo, el benetiano, que dio luz a obras fundamentales de la narrativa española contemporánea, tales como “Volverás a Región”, “Una meditación” o “Herrumbrosas lanzas”, y que, transcurridos más de 30 años desde su muerte, aún sirve de inspiración a muchos escritores de nuestro país.