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sábado, 20 de enero de 2024

Robert Oppenheimer

 

                       Ingeniería y conducta social


   "...La tecnología -no hay que olvidarlo-, en una etapa histórica que puede llamarse ancilar, no hace sino responder a la demanda de la sociedad con la fabricación de un utensilio que facilite su supervivencia y fomente su prosperidad. Con la entrega del utensilio a la sociedad y su recepción por ésta concluye el contrato tecnológico -por llamarlo así-, puesto que de la utilización del mismo se hacen cargo por lo general personas distintas de las encargadas de cursar el pedido. Si por consiguiente se inscribe la actividad tecnológica dentro de los límites de la fabricación de tal utensilio, bien puede decirse que es autónoma, autárquica y autosuficiente, e incluso cumple todos los requisitos de la moral endémica por cuanto sabe lo que tiene que hacer, por qué, para qué, cómo y con qué. En nuestra época, hace aproximadamente medio siglo, se produjo un gran conflicto moral en relación con tal contrato cuando Robert Oppenheimer decidió voluntariamente apartarse de la fase final de experimentación del ingenio nuclear en los laboratorios del desierto de Nuevo México; el asunto Oppenheimer dio la vuelta al mundo porque ponía en cuestión la responsabilidad moral de un individuo que al proseguir su investigación científica -y sólo hombres de su talla y de su formación podían llevar adelante el proyecto-, incurría en un compromiso y se sumaba a un programa bélico que podía causar unos estragos que sin duda se salían de las cláusulas del contrato tecnológico. Pero hay que advertir que la crisis abierta por Oppenheimer se produjo cuando la bomba A estaba a punto de salir de los laboratorios de Nuevo México para ser entregada a los responsables militares que habían de administrarla, en tanto se hallaba en la fase de investigación y primera experimentación. Oppenheimer no hizo públicos los escrúpulos que suscitaba su trabajo, sin duda espoleado y acaso ofuscado por un compromiso de otro orden y en cierto modo independiente de la moralidad pública: el perfeccionamiento del contrato tecnológico y la consecución de los objetivos científicos, en un clima blindado a la censura y amparado por la total autonomía moral de la investigación.

Se dirá que semejante cortadura en el campo de la actividad social supone un cómodo subterfugio para proteger al técnico o al investigador de la responsabilidad moral de la utilización del utensilio fabricado por él y que, por el contrario, es menester incluir ese momento en el continuo de todo el proceso que concluye con el uso y enlazar su cometido con el de aquellos otros especialistas  -el suministrador de materiales, el financiero o el comerciante- que hacen posible la incorporación del nuevo objeto a las necesidades de la sociedad..."

                                                                               Juan Benet

                                                      Revista Claves de la razón práctica, septiembre 1990